
Después de instituir la nueva religión, cambió su nombre real de Amenofis IV por Ajnatón, que significa ‘Atón está satisfecho’. Trasladó la capital de Tebas a Ajtatón, en el actual emplazamiento de Tell el-Amarna, convirtiéndola en una nueva ciudad dedicada a Atón, y ordenó la destrucción de todos los restos de la religión politeísta de sus ancestros. También combatió con mucho rencor a los poderosos sacerdotes que intentaron mantener el culto del Estado al dios Amón. Esta revolución religiosa tuvo un profundo efecto en los artistas egipcios, quienes cambiaron las formas rituales a las que se habían limitado por un arte mucho más natural como prueba del poder del sol que todo lo abarca, Atón. También se desarrolló una nueva literatura religiosa. Sin embargo, el florecimiento de la cultura no continuó tras la muerte de Ajnatón. Su yerno, Tut Anj Amón, trasladó la capital de nuevo a Tebas y restauró la antigua religión politeísta, y el arte egipcio una vez más se ritualizó.
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